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Abril 21, 2018 05:00 AM

Una niña más victima de la guerra



Xalapa, Brayan y Ángel son dos chiquillos de 11 y 10 años que ni se inmutan cuando oyen pasar la ambulancia con su escándalo de sirenas, cruzando la avenida Universidad Veracruzana, rumbo al poniente de la ciudad.
“Seguro ya mataron a alguien y lo van a recoger”, dice Brayan mientras le da un traguito al refresco que le acaba de servir uno de los voluntarios que vino al velorio de su hermana, Imelda Saraí Gregrorio Moreno, de ocho años.
A la nena la velan en la casa de los abuelos maternos, en la colonia 20 de noviembre, bajo un techo de lámina de zinc, en medio de paredes sin repellar, suelo gris y sin acabados de mosaicos, cuartos llenos de triques y una cocina con una parrillita. Los deudos entran y salen del pequeño corredor. Dan sus condolencias, dejan café, pan, galletas o unos billetitos y se acomodan en la calle pues dentro es reducido el espacio y el dolor por la pérdida lo abarcan todo.
Varios niños, compañeritos de la escuela de Imelda Saraí, vienen a su último adiós. La ven por medio del vidrio del féretro, y aterrados, buscan el regazo de sus padres para llorar.
Hace menos de 24 horas Imelda Saraí se despedía de su hermano y abuelita, Angélica Moreno Ramos. Envío mensajes por WhatsApp y avisó que se iba a la cama. Ella siempre dormía con su mamá, Dalia Gregorio Moreno, con quien vivía temporalmente.
En pleno sueño, fueron atacadas a balazos por un grupo de pistoleros que llegaron a buscar a la pareja en turno de Dalia Gregorio Moreno, Ricardo García Aguilar, de 27 años.
Los matarifes lo cazaron cerca de su casa, en el fraccionamiento Punta Verde, en Cosoleacaque. Comenzaron a correr detrás de él disparándole y éste, huyó a esconderse bajo de la cama donde dormía la niña y su mamá.
En la oscuridad, los maleantes dispararon contra el colchón. Mataron a Ricardo García Aguilera y a Imelda Saraí. La madre quedó lesionada y alcanzó a pedir auxilio. “Ayuda, ayuda, le dispararon a mi hija y mataron a mi marido”, gritaba la mujer que a estas horas sigue luchando, en un hospital público, con una bala que le perforó el pulmón y que constantemente la hace despertar entre estertores y coágulos de sangre.
El cuerpecito flacucho y débil de Imelda Saraí no soportó los dos balazos que le tocaron sin deberla. Las ojivas alcanzaron órganos vitales y los destruyeron. Eso pasó cuando ella, tal vez, soñaba con la princesa Rapunzel en su fiesta de cumpleaños, como le contaba a su hermano, Brayan, que soñaba su fiesta. Con muchos niños, su familia, sus abuelitas, adornos de color morado, pizzas, refrescos y muchas ilusiones.
Angélica Moreno Ramos es consciente de que su hija está mal de salud en el hospital pero ella quiere estar acá, dando el adiós a su amada princesa. En parte carga agravios contra su carne, la sobreviviente.
“Yo ya le había dicho a mi hija hace mucho que no tuviera a la niña con ella si es que su plan era quedarse con él, pues él y ella se drogaban mucho.
Al pie del féretro, se abre:
“Él era adicto y mi hija también.
“A mí no me gustaba que mi hija estuviera con esa persona. Siempre se lo decíamos. Y le decíamos que no tuviera ahí a la niña.
“Yo se la quise quitar por el DIF, pero mi esposo me dijo que no. Qué la íbamos a volver más irresponsable y se iba a tirar más al vicio, por lo menos, cuando la tenía, no se drogaba”.
ABANDONADA POR EL PADRE
La finada -relata la abuela- no era hija de Ricardo García Aguilar. El papá legítimo la abandonó siendo muy chiquita para no hacerse responsable.
“Una vez el papá real se la llevó porque la iba a cuidar pero al poco tiempo me vinieron a decir que la había dejado encargada con una amiga, la fui a recoger, la encontré hasta con piojos. La bañé y le quitamos el piojerío y acá quería estar, ya no quería irse”, cuenta la abuela.
Brayan, su hermanito:
“Me siento culpable. Porque ella ya no quería vivir allá. Mi mamá y ese hombre peleaban mucho”.
“Yo quería que se quedará acá a vivir conmigo y jugar todos los días. Ir a la escuela. Jugar a los almoahadazos y las escondidas. Yo le decía “mi flaca” y ella me decía “mi gordo”.
Hasta hace dos semanas, recuerda la familia presente en el funeral, la pequeña difunta vivía con su abuela paterna pero la madre se la llevó a Punta Verde con su actual pareja, dónde todos eran conscientes de que no estaba en el mejor entorno para su desarrollo. Sólo iba a estar unos días. De hecho, Brayan, es criado por su abuela Angélica Moreno, quien se gana la vida comerciando, vendiendo patitas en escabeche y pollo.
AMOR PELIGROSO
Ricardo y Delia son de la colonia 20 de Noviembre de Coatzacoalcos. Desde niños se conocen. Pero los dos comenzaron a andar hace un tiempo después de que Ricardo salió del penal Duport Ostion de Coatzacoalcos. Había caído preso y apenas salió, regresó a la colonia, donde se topó con Delia.
Actualmente contaba con una orden de aprehensión vigente por robo, indicaron autoridades cercanas a la investigación, aunque se desconoce si pertenecía a alguna célula de la delincuencia organizada, los sujetos que le dieron muerte, desconocidos también, abandonaron el vehículo usado el día de los hechos para escapar del fraccionamiento donde vivía Imelda Saraí, el cual apareció en un fraccionamiento vecino, y al parecer se relaciona con otros hechos violentos acontecidos en la región.
Él no contaba con trabajo fijo. De vez en cuando se iba al monte con su machete a buscarle en el jornal o limpiando patios, cuentan los deudos.
Hasta donde lo describen, era una persona buena, sin malicia, pero atrapado por el consumo de estupefaciente. Pero las investigaciones apuntan a que él era el blanco de los asesinos, y que Imelda Sarahí estaba en el lugar equivocado.
UNA FIESTA
Lo que le apuraba a la familia en los últimos días era organizar el cumpleaños de la finada, para mayo próximo.
Ella quería de regalo una muñeca de la princesa “Rapunzel”. Guardaba celosamente dibujos del personaje de fantasía.
Brayan le iba a regalar esa muñeca pues “en mi último cumpleaños me dio una carta en donde me decía ‘hermano, te quiero’”.
Los últimos obsequios para la nena son el cajón de muerto que mandó el candidato del PAN-PRD-MC a diputado federal, Renato Tronco Gómez, y el ayuntamiento también envió café, pan, azúcar y vasos de unicel para repartir bebidas.
MUERTE DE NIÑOS
Hasta el último reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en marzo pasado, durante el gobierno actual han sido asesinados 73 menores de edad en el estado de Veracruz.
En distintas situaciones, el gobierno ha explicado las muertes de niños como resultado de decisiones tomadas por sus padres, como pasó en junio del 2017, en la colonia Nueva Calzadas de Coatzacoalcos, donde cuatro niños y sus progenitores resultaron asesinados por un supuesto ajuste de cuentas ordenado por un jefe de la mafia, a quien el papá de esos niños habría agraviado previamente. Deuda de sangre pagada con sangre.
Los informes oficiales de la Fiscalía General del Estado indican que Hernán Martínez Zavaleta, el “Comandante H”, ordenó la muerte de esa familia en venganza al homicidio de uno de sus colaboradores favoritos, Bernardo Cruz Mota, “El Niño Sicario”. El padre de esos cuatro nenes habría participado en esa afrenta al jefe mafioso quien actualmente está preso.
El último gran escándalo se dio en marzo, con la muerte de dos menores de edad en Río Blanco, a manos de policías que participaron en un enfrentamiento. El gobierno justificó la muerte de esas menores, argumentando que ellas también dispararon contra la autoridad, y que formaban parte de una estructura criminal dedicada al robo de gasolina y al secuestro.
Pero Imelda Sarahí dormía cuando resultó atacada. No iba a secuestrar a nadie. Tampoco se iba a robar la gasolina de Pemex ni pensaba tatuarse una pistola en la mano al salir de paseo con su novio pistolero.
Quería descansar, ir al día siguiente a la escuela cerca de la casa de la abuela. Jugar en el recreo con sus amigos. Salir del colegio y marchar con la abuela, acompañada de su hermano, jugando por la calle sin pavimentar, cruzar los charcos y ensuciar los zapatos con polvo antes de irse a jugar con los primos a las escondidas.
“Eso hacíamos diario, como era flaquita, se metía entre dos roperos y ahí nunca la encontraban” recuerda Brayan.
Así marcha la vida en Coatzacoalcos, ciudad donde puedes ir a dormir y no despertar y en la que el 94 por ciento de sus habitantes se sienten inseguros, según la última Encuesta Nacional de Seguridad Publica Urbana, del Inegi.
En este lugar murió Imelda Sarahí; su hermano Brayan, y su primo Ángel, ya están habituados al canto de las ambulancias que anuncian muerte. Sobre Coatza, el SSNSP dice que hubo menos de 30 ejecuciones en 2015, pero para el 2016 se dispararon a 50 y el 2017 cerró con 103.
Pese a la instalación de retenes, policía militar y operativos de la Marina y de la Gendarmería, los traficantes de muerte circulan sin dificultades.
Constantemente aparecen cuerpos mutilados, mujeres asesinadas, sin cabeza, con mensajes entre dos bandos. El Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Zetas/Vieja Escuela.
Entre 2011 y 2013, el Cártel de Jalisco Nueva Generación luchó contra los Zetas por la plaza del Puerto de Veracruz y Boca del Río, la zona urbana de mayor importancia en el estado costero de Veracruz, una zona de alta plusvalía, centros nocturnos y turismo provinciano en el Golfo de México.
Después de un número indeterminado de bajas, enfrentamientos y matanzas, Cártel de Jalisco Nueva Generación se quedó con la joya de la corona, y ahora luchan por Coatzacoalcos contra sus más férreos enemigos, lo que ha ido disparando la escalada de violencia.
El hermano le dice adiós:
“Hola, Brayan, ¿Cómo estás?, ¿Qué haces?”, es lo último que Imelda Saraí dijo a su hermano Brayan. Es la última señal de vida que mandó la niña asesinada a su hermano por medio de un audio vía WhatsApp. El audio de su dulce voz fue enviado momentos antes de que se fuera a dormir, de ese sueño del cual no despertó. EBlog Expediente).

Publicado por:NOTICIAS DE ÚLTIMA HORA

Admin Abril 21, 2018 05:00 AM MÉXICO