El Presidente Enrique Peña Nieto por primera vez rompió el protocolo de la Fiesta Patria. Entre las vivas a los héroes, introdujo un Viva la solidaridad de los mexicanos con Chiapas y Oaxaca. Antes, gritó: ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Allende! ¡Viva Galeana! ¡Viva Guerrero! ¡Viva Matamoros!
Contra la expectativa, la ceremonia fue de más de un minuto. Al gritar y al ondear la Bandera Nacional, estuvo acompañado por su esposa, Angélica Rivera Hurtado, quien iba en vestido con bordados oaxaqueños en el escote. Al final, aparecieron los seis hijos que tienen entre los dos.
Hace nueve días que la tierra mexicana se estremeció con un sismo de 8.2 grados Richter. La capital del país no presenta estragos; pero Oaxaca y Chiapas padecen entre escombros y muerte. Peña Nieto viene de Cintalapa, Chiapas, donde adelantó la arenga nacional. Allá gritó qué viva Cintalapa, Chiapas y México.
Peña Nieto ha cumplido con cinco Gritos de Independencia. En ninguno faltó el abucheo ni los reclamos, ni las protestas. Esta vez, lo que se impone es el desánimo. Hay protestas que se desinflan hasta opacarse frente a la transmisión nacional y darle paso a lo inverosímil: ¡Te queremos Peña, te queremos! La tarde no trajo ningún elemento que sustentara ese exabrupto. Lo que sí se encontró fue el vacío. La Plaza de la Constitución, a las siete de la noche, estaba llena apenas en 70 por ciento.
Enrique Peña Nieto ha gritado ¡Viva México! y la reprobación de su gestión se mantiene lo que lo convierte en el Mandatario más repudiado de la Historia desde que en 1994 se iniciaron los ejercicios para medir la evaluación de los Jefes del Ejecutivo. La última encuesta al respecto fue la del Pew Reasearch Center, un think tank con sede en Washington que dio a conocer que sólo 28 por ciento de los mexicanos tiene una opinión favorable.
Si el Zócalo es un termómetro, los Gritos de Peña Nieto empezaron fríos y están concluyendo helados. Esta noche, debido a la tragedia en el Istmo de Tehuantepec por el sismo, ni siquiera está el Gabinete.
Incluso el guión del acarreo se realiza sin misterio ni emoción. La cincuentena de camiones proveniente de Tepetitlán y La Paz, Estado de México, así como de Hidalgo, se estaciona desde las 16:00 horas en las calles de Tacuba, 5 de mayo, y también a un costado de El Palacio Nacional, en República de Chile y de Guatemala. Es el preámbulo de la noche del 15 de septiembre de 2017 y filas de personas llevan en el lado del corazón un engomado que dice: 207. Es la sección donde está anotado su nombre, suelta un hombre mientras lava uno de los autobuses.
Un hombre sentado en el suelo y recargado en una valla palomea una lista del municipio La Paz, región III. Es un palomeo a través de un celular. Poco le importa ser captado por la cámara. Palomea, revisa, hace el trabajo.
Si esta noche alguien no porta un brazalete rojo, será mejor que no intente ingresar a la parte frontal de El Zócalo, la que le da cara al balcón presidencial.
¿En dónde los están dando? -se le pregunta al miembro de la Secretaría de Seguridad Pública que resguarda esa entrada.
No sé. Se los dieron a personas especiales -sostiene.
La falta de emoción se instala. Ni siquiera desfilan los manifestantes con los reclamos típicos del peñanietismo. No hay gritos por los 43 de Ayotzinapa, no hay gritos por Tlatlaya, no hay gritos por los feminicidios (al mediodía el Gobernador de Puebla, Tony Galino, confirmó que Mara Castilla fue asesinada) no hay gritos por el gasolinazo de enero, no hay gritos porque el Presidente renuncie, no hay petardos de los llamados anarquistas Y Christian Castro y Alex Sintek quieren poner ambiente; pero nadie los secunda. Nadie baila ni aplaude sus canciones ni sus bromas. Uno le dice al otro que han llegado a los 40 años y empiezan a usar peluquines, y tienen panza.
Sólo la activista Julia Klug está en 16 de Septiembre con una cartulina. Le grita mentadas a Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera. Al primero le pide que se vaya. Ella, con su típica cartulina, protagoniza la tarde. Mueve a risas que en un rato, se desploman.
Acaso este ambiente es el que describe el mismo informe del Pew Research Center. El estado de ánimo en México está por los suelos. El 85 por ciento está insatisfecho por el desempeño de la economía nacional. Cada siete de cada diez mexicanos creen que la situación es mala. Es la foto del quinto año del Presidente Enrique Peña Nieto, el hombre que se presentó como el gran reformista, el que para 2014 había estampado su firma en cinco reformas constitucionales. El político que una vez logrado el cometido de las modificaciones a la Ley para abrir el sector energético al capital privado se fue a Atlacomulco a rendir homenaje a Isidro Favela. El que a través de spots ofreció que bajarían los precios de la energía eléctrica. El que firmó ante Notario 266 compromisos durante su campaña y es la hora en que no los ha cumplido.
Si en el Zócalo de la Ciudad de México no hay emoción, en Oaxaca hay llanto. El Gobierno estatal dio a conocer, a través de sus redes sociales, que por la festividad patria sólo se desarrollará el acto cívico correspondiente al inicio de la Guerra de Independencia; pero no habrá festejo. En la capital del país lo hubo, entre guiones consabidos. Peña Nieto cumple con cinco de seis. Y así, se empieza a vivir el fin de su era.