El hecho de que en el Día de la Candelaria se degusten unos deliciosos tamales no es un simple capricho gastronómico; este ritual combina las tradiciones y cutura prehispánicas reflejadas en la gastronomía con lascelebraciones católicas que tiempo atrás adoptó nuestro país. La fiesta del Día de la Candelaria es una celebración católica que comienza en la Navidad, el 24 de diciembre, con el nacimiento de Jesús. Tras esa fecha, el 6 de enero, en un acto simbólico para recordar el día en que Melchor, Gaspar y Baltazar (los Tres Reyes Magos) ofrecieron oro, mirra e incienso al recién nacido niño Jesús, muchas familias mexicanas acostumbran comer la tradicional Rosca de Reyes. Quien haya tenido la fortuna de “descubrir” al recién nacido en su rebanada de pan, se convierte en el “padrino” del niño y, por ende, tiene que ofrecer tamales el 2 de febrero, día en que según la tradición se “levanta” al Niño Dios del pesebre para "vestirlo" y continuar con la ruta católica que pasa por los Carnavales que se festejarán en marzo, la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza, hasta terminar con la Semana Santa. TAMAL, EL PLATILLO PARA LOS DIOSES Pese a que la gastronomía prehispánica en nuestro país es un amplio abanico de olores, colores y sabores, el tamal tiene muchas cosas que lo hacen tan especial. Desde tiempos remotos, los tamales siempre estuvieron presentes en las ofrendas a los dioses, sobre todo porque están hechos de maíz, que, según el libro sagrado de los mayas Popol Vuh, los dioses utilizaron para crear al hombre. Por ello, cada celebración ha quedado marcada por ese delicioso platillo, hecho con masa de maíz y envuelto en hojas de elote. En el libro de crónicas titulado Historia general de las cosas de Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún (1500-1590), explica que, para los aztecas, la gran variedad de tamales (del náhuatl tamalli) se vendían en los mercados y su uso en las ceremonias como el Huey Tecuilhuitl (traducido como “Gran fiesta de los señores”), donde las mujeres, desde la noche anterior, preparaban los tamales para honrar a sus dioses. Cualquiera que sea su sabor o variante, dependiendo de la región de nuestro país donde se preparen, los tamales son más que una tradición, son parte de la cultura, historia, gastronomía e identidad de los mexicanos. Así que ya sabes, sin importar la fecha ni el lugar, cada que estés a punto de degustar un delicioso tamal, sabrás que es un platillo hecho para los dioses. El dos de febrero nuestros antepasados conmemoraban el primer día del año azteca en honor a Tláloc, Chalchiuhtlicue y Quetzalcóatl.
El hecho de que en el Día de la Candelaria se degusten unos deliciosos tamales no es un simple capricho gastronómico; este ritual combina las tradiciones y cutura prehispánicas reflejadas en la gastronomía con lascelebraciones católicas que tiempo atrás adoptó nuestro país. La fiesta del Día de la Candelaria es una celebración católica que comienza en la Navidad, el 24 de diciembre, con el nacimiento de Jesús. Tras esa fecha, el 6 de enero, en un acto simbólico para recordar el día en que Melchor, Gaspar y Baltazar (los Tres Reyes Magos) ofrecieron oro, mirra e incienso al recién nacido niño Jesús, muchas familias mexicanas acostumbran comer la tradicional Rosca de Reyes. Quien haya tenido la fortuna de “descubrir” al recién nacido en su rebanada de pan, se convierte en el “padrino” del niño y, por ende, tiene que ofrecer tamales el 2 de febrero, día en que según la tradición se “levanta” al Niño Dios del pesebre para "vestirlo" y continuar con la ruta católica que pasa por los Carnavales que se festejarán en marzo, la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza, hasta terminar con la Semana Santa. TAMAL, EL PLATILLO PARA LOS DIOSES Pese a que la gastronomía prehispánica en nuestro país es un amplio abanico de olores, colores y sabores, el tamal tiene muchas cosas que lo hacen tan especial. Desde tiempos remotos, los tamales siempre estuvieron presentes en las ofrendas a los dioses, sobre todo porque están hechos de maíz, que, según el libro sagrado de los mayas Popol Vuh, los dioses utilizaron para crear al hombre. Por ello, cada celebración ha quedado marcada por ese delicioso platillo, hecho con masa de maíz y envuelto en hojas de elote. En el libro de crónicas titulado Historia general de las cosas de Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún (1500-1590), explica que, para los aztecas, la gran variedad de tamales (del náhuatl tamalli) se vendían en los mercados y su uso en las ceremonias como el Huey Tecuilhuitl (traducido como “Gran fiesta de los señores”), donde las mujeres, desde la noche anterior, preparaban los tamales para honrar a sus dioses. Cualquiera que sea su sabor o variante, dependiendo de la región de nuestro país donde se preparen, los tamales son más que una tradición, son parte de la cultura, historia, gastronomía e identidad de los mexicanos. Así que ya sabes, sin importar la fecha ni el lugar, cada que estés a punto de degustar un delicioso tamal, sabrás que es un platillo hecho para los dioses. El dos de febrero nuestros antepasados conmemoraban el primer día del año azteca en honor a Tláloc, Chalchiuhtlicue y Quetzalcóatl.
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