Ni el 68, ni el 85, ni la influenza nos movieron; esto no nos quitará el pan de la boca”, advierten los comerciantes de Tepito. El epicentro de la venta informal en México se resiste a desaparecer. Cuarenta mil mercaderes del barrio bravo aseguran ser más resistentes que cualquier enfermedad, incluso que la pandemia del covid-19, que ha dejado miles de muertos en todo el mundo.
La cuarentena decretada por las autoridades sanitarias en todo el país ha provocado la disminución de la venta hasta en 80 por ciento, lo que representa casi 150 mil afectados, que dependen del comercio en esta zona, según Jesús Naches, coordinador cultural de “Amoxcali Tepito”.
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“Hemos atravesado muchas crisis. En el 68, en el 85, incluso la influenza, todo lo hemos superado. En todo ello nunca dejamos de trabajar, lo hacíamos de manera escalonada y eso es lo que estamos pidiendo, no podemos dejar de trabajar por completo”, explica Naches.
“Con la influenza (en 2009) trabajamos lunes, miércoles y viernes, además de sábado y domingo; cuando no lo hacíamos, nos dedicábamos a desinfectar y así sobrevivió el barrio. En esta ocasión no ha habido diálogo, sólo medidas que nos dejan más pobres”, agregó.
Lina Vázquez, de 60 años, vende calcetines y ropa interior desde que “tiene uso de razón”; sus padres y abuelos se establecieron en el centro de la ciudad mucho antes de que fuese invadida por el cemento hidráulico en las calles o los grandes edificios que lo rodean.
“Hemos vivido muchas cosas, pero nada nos ha quitado; esta es mi calle, mi negocio y de aquí si nos vamos de qué viviremos”, cuenta preocupada Lina desde su puesto de 4x5 en la calle Jesús Carranza, una de las peligrosas en el barrio.
La mujer explica que van varios intentos por retirarlos: el pasado lunes, policías de Ciudad de México recorrieron en operativo las 34 manzanas del barrio y prohibieron que los comerciantes se instalaran. Fue hasta el miércoles que solo algunos pudieron montar sus puestos y el fin de semana solo la mitad logró colocarse.
Cada una de las calles de Tepito es controlada por un líder. Por ejemplo, la calle Aztecas la controla un vecino, Miguel Galán, quien cobra a 448 puestos ubicados entre Granaditas y Peñón. La cuota va de 100 a 300 pesos diarios.
Leopoldo Reyes, un hombre de 82 años, 80 de ellos vividos en el barrio bravo de Tepito, es propietario de un local en la calle que lidera Galán, que heredó de su padre y donde hace muchos años comercializaba zapatos. Frente al negocio ha montado tres puestos: uno de ropa, otro de bolsas y en el tercero, dice su nieto, vende bebidas “refrescantes”.
Don Polo, como lo conocen en el barrio, ha tenido que cerrar sus negocios desde el martes pasado. “Mire cómo está la calle, nadie sale a trabajar por la amenaza que nos han hecho de que si abrimos, nos quitan el lugar”, contó.
Los comerciantes de esta zona, además de pagar una cuota diaria a la alcaldía, no dejan de cubrir su otra aportación: la que tienen que dar a La Unión de Tepito por poder trabajar todos los días.
La señora Gloria, de 59 años, cumplirá 60 en dos semanas. Pese a estar dentro de la población vulnerable al covid-19, asegura que no puede dejar su puesto de relojes que maneja desde hace siete años y del que ella y su esposo subsisten. Desde hace un mes, no solo han tenido que lidiar con la poca clientela, tampoco han recibido mercancía nueva “y eso ahuyenta más a los compradores”.
Buena parte de la mercancía que se comercializa en Tepito es importada de China, país que apenas se recupera del brote de coronavirus y donde desde enero suspendieron las actividades comerciales.
“Con los chinos ya se cerró todo, lo que hacemos es ir a Canal del Norte donde hay poco, pero la mayoría nos mantenemos con la mercancía que teníamos”, dice Gloria.
Comerciantes como Lina y Gloria dicen estar dispuestos a cualquier cosa para que se les permita trabajar: “Si nos dicen ‘laven el puesto tres veces’ al día lo lavamos; si hay que limpiar calles, de aquí o de cualquier otro lugar, lo hacemos con tal de que nos dejen trabajar”.
Publicado por:Noticias de Última Hora
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