Pues acá en mi rancho no se ha sentido tanto lo del virus, la verdad. No ha habido contagios que sepamos, nadie ha estado en cuarentena, y nadie ha perdido el trabajo en la fábrica de carnes, que es la que más empleo da aquí en el ejido Francisco Villa de San Vicente Tancuayalab, en San Luis Potosí.
Supongo que es lo bueno de estar aislados del mundo, ¿no? Algo bueno debía tener vivir sin casi nadie a tu alrededor y con puro campo por todas partes.
El único detalle aquí ha sido el tema de la escuela de los niños. Mire, yo tengo tres hijos: la chiquita de seis años, el mediano de ocho, y el mayorcito de diez. A los tres los llevaba a la primaria del ejido. Es una escuela con muchos problemas porque ya está muy viejita. No tiene drenaje, ni agua en los sanitarios, y varias aulas están, literal, a punto de caerse porque necesitan de mucho mantenimiento. Pero, con todo y todo, es la escuela donde nuestros niños tenían una educación con sus maestros y donde jugaban con sus compañeritos, y estaban entretenidos. Ahora, en cambio, con la pandemia los niños llevan un año escolar prácticamente perdido.
En la comunidad se intentó lo de las clases por televisión, pero nunca funcionó.
Primero, porque acá la mayoría de las mamás y de los papás son gente de muy bajos recursos, que apenas y les alcanza para ir sobreviviendo dignamente. Y si no tienen casi para comer, pues menos van a tener para andar comprando una televisión, o para pagar el servicio de cable, o el internet, que casi no llega.
Y segundo, porque en la comunidad hay muchas mamás que no saben leer ni escribir, o que, como mucho, solo tienen hasta tercero o cuarto de primaria. En mi caso, yo sí pude estudiar un poco más. Medio me defiendo, vaya. Por eso luego muchas madres vienen conmigo a pedirme que yo les eche la mano con sus niños. Y bueno, hago lo que puedo y les ayudo. Pero también les digo que no soy maestra. Y que si apenas puedo con mis niños… imagínese para andar atendiendo a tanto chamaco. No, no. Está imposible.
Además, yo tengo que trabajar también, ¿verdad? Tengo que atender mi casa, hacer mis mandados, y muchas veces dejo todo aparcado porque tengo que estar sentada con mis tres hijos delante de la televisión para tratar de que cachen algo.
Porque, verá, esa es otra situación: las materias, los ejercicios, y las preguntas pasan súper rápido. A los niños no les da tiempo de anotar todo en sus cuadernos. Y no tenemos internet para luego buscar las clases repetidas y verlas otra vez con calma.
Por si fuera poco, también se nos complicó mucho conseguir los libros de las materias. De hecho, fue un desmadre encontrarlos, aunque hará cosa de un mes que ya nos llegaron. Pero, imagínese, sin maestros y sin libros, estábamos atados por todos lados. En la televisión les decían a los niños que hicieran ejercicios de desafío matemático de tal página a tal página, pero nosotros no teníamos los mismos libros que usaban en la tele. ¿Entonces cómo íbamos a hacer esos ejercicios? Estaba imposible.
Por eso, como le digo, no tuvo nada de éxito lo de la televisión, acá no resultó. Al contrario, está siendo un desbarajuste, la mera verdad. Yo siento que los niños, en lugar de ir mejorando, han empeorado mucho su educación en lo que llevamos de pandemia. Algunos incluso ya mejor dejaron la escuela.
Por ejemplo, en la primaria del ejido se dio de baja un niño porque su mamá, de plano, ya no pudo seguir costeando las copias de los cuadernillos con las tareas. Y pues el niño ya perdió el interés por seguir estudiando y prefirió irse al campo, a trabajar con su padre. Y en los niveles superiores también he sabido de jóvenes que prefirieron dejar la escuela porque no estaban aprendiendo y en sus casas necesitan manos que ayuden a traer un plato de comida.
La situación económica, que de por sí ya era mala y con la pandemia tantito peor, tampoco está ayudando a que los papás mantengan a sus niños estudiando. Porque mire, es cierto que no todos los papás tienen el mismo interés en darles una educación a sus hijos. Pero también es cierto que en muchos casos, aunque los papás quieran, llega un punto en que ya no se puede.
Tienen que salir trabajar tanto el padre como la madre, y no pueden dejar a los niños solos en la casa todo el día. Así que a muchos no les queda de otra más que llevárselos con ellos, y eso hace que todo se descuide y que los niños ya no quieran seguir estudiando.
Ahora, en el ejido ya se empieza a escuchar que para finales de agosto tal vez regresen las clases presenciales, aunque aún no hay nada concreto. Yo, la verdad, no sé muy bien qué pensar sobre esto, porque no sé qué tan seguro vaya a ser para los niños en cuanto a los contagios.
De hecho, se está diciendo que nos van a dar a firmar una responsiva a cada papá donde las autoridades se deslindan de cualquier posible contagio que haya, y que los únicos responsables seríamos nosotros.
Son cosas que se escuchan, ¿verdad? Nadie nos ha dicho nada de manera formal. Pero entre los papás ya hay mucho temor por esta situación. Aunque, por otro lado, también tenemos mucha necesidad de que nuestros hijos regresen a sus clases normales. Por su educación, claro, pero también para que nosotros podamos seguir con nuestros trabajos.
Así que, como puede ver, estamos ante un gran dilema.
Publicado por:Noticias de Última Hora
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