Guanajuato.- A Sara le apasiona ser enfermera; cada turno arriesga su vida en un hospital Covid al que llega a trabajar con la bendición de su hija Julieta, de nueve años; la niña la persigna en repetidas ocasiones al salir de casa, “...de nuestros enemigos, líbranos Señor”.
Ha pasado los últimos siete años de su vida en el sector Salud, en urgencias, quirófano, terapia intensiva, medicina familiar y hospitalización, donde se desempeña actualmente en el horario nocturno.
La vocación la heredó de su madre, quien fue una enfermera valiente hasta su muerte; hace un par de años un cáncer la venció.
Este 10 de mayo, Sara, de 32 años, estará asignada al cuarto piso de una Unidad Médica de Alta Especialidad del IMSS envuelta en un traje quirúrgico, dedicada a la atención de pacientes con coronavirus.
En esta fecha no habrá festejo y al concluir su guardia, dice, limitará el contacto con sus dos hijos, Julieta y Josué, de 13 años.
La enfermera dice ser una persona sana, aun así siente incertidumbre porque, como madre, todo el tiempo se piensa en los hijos, y en evitar llevar el virus a su casa.
“Sí te da un poquito de miedo decir: ‘¿Y si me contagio?, ¿la voy a librar o no?’. Yo me considero una persona sana, pero sí me pongo a pensar cómo va a responder mi cuerpo ante este virus que no sabemos en verdad qué es lo que hace que te pongas tan, tan grave”.
Los ojos se le nublan al recordar a su madre y al hablar de sus hijos, quienes, dice, son muy pequeños para entender los alcances del virus tan contagioso.La epidemia le cambió todo, su ritmo de vida, sus hábitos; ha tenido que ocultar su uniforme blanco en espacios públicos por las agresiones contra enfermeras. Le preocupa lo que podría ocurrir si llegara a infectarse.
“Irnos a trabajar y que nos podamos contagiar, que vengamos y los abracemos y los contagiemos [a los hijos] es un sentimiento… así… ¡híjole!; ‘si no hago bien las cosas, ¿qué va a pasar?’… todos los proyectos. Te cambia la vida”, dice.
Con una sonrisa nerviosa, agrega que sus pequeños le aconsejan cuidarse mucho.
“Mi hija, ya cuando me voy a trabajar, baja, me abraza y me da mi beso; me persigna, me da otro beso y me dice: ‘Te veo mañana, te cuidas’. ‘¡Cuídate mucho!’, me desea mi hijo mayor”.
Josué piensa en su mamá y se preocupa, porque a pesar de la peligrosa epidemia muchas personas no hacen caso de que no salgan, no hagan fiestas ni reuniones, porque eso expande más el virus “y eso es muy malo”.
El virus es muy malo
La joven enfermera dice que los profesionales de la salud siempre están en lucha con virus difíciles y mortales, atendiendo a pacientes graves; en urgencias llegan casos de todo: personas traumatizadas, baleadas, picadas. El coronavirus es otra enfermedad peligrosa, que da “un poquito de miedo: ¡Este virus es tan malo!”, advierte.
En esta carrera —dice— hay que tener poquita sangre fría y el valor en situaciones que a lo mejor nunca has visto o con las que no has tenido contacto, para no quedarte en shock. “Tienes que enfrentarte a esas situaciones, y no paralizarte. Hacer lo que te toca”.
La responsabilidad mueve
Como médicos y enfermeras se tiene la responsabilidad, se debe actuar con profesionalismo, con valor, firmeza y humildad hacia los enfermos y sus familias.
“La responsabilidad que tenemos es lo que nos mueve, es nuestro trabajo y nosotros decidimos estudiar esta carrera, y ahorita nos tocó en nuestro ámbito laboral este virus que se contagia fácilmente; sólo queda echarle ganas con responsabilidad, como profesionales que somos”, señala convencida.
El reto está en dar la atención como corresponde, protegerte para no expandir la enfermedad a los tuyos ni a los demás.
“Hay que entrar al aislado donde está un paciente positivo lo más protegida y evitando contagiarte; eso es valor, responsabilidad y humildad ante todo, porque son pacientes que al estar ahí encerrados, sin poder tener contacto con nadie, con dificultades para respirar, en ocasiones tienen un carácter complicado, están de malas o agresivos”.
“¿Y qué les dices?: ‘A ver, a ver, aquí yo vengo a ayudarte, soy tu enfermera, te voy a dar tus medicamentos, ponte en esta posición, te va a ayudar a respirar mejor’; pero sí es un poquito difícil para todos”.
Entonces, insiste, tienes que tener un carácter fuerte, valiente y de respeto a los demás. “No te vas a poner a llorar con el paciente o con los familiares”.
Sara expresa su satisfacción por servir a las personas, con todo y las dificultades que surjan. “Ser enfermera es una forma de poder ayudar a los demás, es algo con lo que viví y crecí”.
Termina su jornada, se quita el abrumador atuendo con el que estuvo caminando por todo el hospital: los goggles, el cubrebocas N95 y el resto del traje quirúrgico. En su rostro afloran las marcas de las 12 largas horas con la protección.
Enseguida se desprende del uniforme blanco, incluidos los zapatos, antes de salir del trabajo, para evitar riesgos de agresiones.
Sara sale con ropa de vestir, llega a su casa, se lava las manos, toma un baño y después saluda a sus hijos y a su esposo, aunque con limitaciones de distancia.
Con información de El Universal
Publicado por:Noticias de Última Hora
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