En Yucatán, en el sureste de México, el español de sus habitantes es muy particular. Cuando un yucateco quiere hablar de su abuela, se refiere a su chichí (con tilde al final, y con cuidado de no confundir con la palabra chichi que designa los pechos de una mujer en el centro de México). Si un yucateco se espanta, es probable que diga ¡ay, waay!, que a diferencia de la expresión ¡ay, güey! que se usa en el resto del país, un wáay es un brujo, un fantasma o un espectro en el imaginario de esta península.
Más de 750.000 personas que habitan la península de Yucatán hablan, además de español, una variante de la lengua maya que se conoce como maya peninsular, y aunque no es la forma más extendida, si se traslada al idioma español, suele ser muy peculiar tanto en su pronunciación, como en su morfología. “Toda lengua consta de cinco niveles”, explica en entrevista Tomás Pérez Suárez, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. “Primero el léxico, que es el inventario de palabras, luego el morfológico, cómo se forman las palabras, le sigue el sintáctico, que se refiere a la forma en cómo acomodamos las palabras, luego vienen los niveles fonológico y semántico, y es sin duda en el nivel fonológico donde los yucatecos ganan más terreno y se distingue del castellano”, refiere.
Y suena así por una herencia directa de una cultura milenaria. La influencia de la variante yucateca del maya en el español que hablan los habitantes de la península viene desde el alfabeto mismo, pues no existen letras como la F o la G y, en cambio, grafemas como la K se extienden en varios tonos y la X suena más bien como a -sh, como en aluxe (que se pronuncia alushe) y que se refiere a una criatura mítica y enana, similar a los elfos de la cultura europea.
Aunque las aportaciones de la cultura maya en el campo de las matemáticas y la astronomía son mundialmente reconocidas, en el caso de la lengua solo algunas palabras han llegado al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. Por ejemplo, el verbo anolar que define llanamente como “roer, chupar” pero que los yucatecos usan de manera cotidiana.
Otros términos mayas son ampliamente reconocidos. Miguel Güemez Pineda, autor del Diccionario del español yucateco, explica que la voz cacao para nombrar al árbol y su semilla deriva del maya kakaw, pero fue nahuatlizada con la adición del sufijo –atl. “Unas voces se relacionan con características geomorfológicas como cenote, del maya tz’onot, que es pozo, abismo y fue adaptado a la fonética española o bien, se relacionan con fenómenos geográficos: akalché, pantano o insectos coleópteros como maquech”, indica el escritor yucateco.
Pero los hablantes han adaptado una gran cantidad de conceptos provenientes de la cultura maya. El término wáay también refiere a una leyenda ampliamente conocida en los Estados de Yucatán, Quintana Roo y Campeche, conocida como la leyenda del Waay chivo, un entre demoníaco con cabeza de chivo que asecha a los habitantes al caer el sol luego de ser decapitado injustamente por una turba.
Otros vocablos se relacionan con la gastronomía, según explica Güemez Pineda, como el célebre platillo de cochinita pibil. Pibil, proviene de pib “asar bajo tierra”, y es un alimento que se envuelve en hojas de plátano y se cocina bajo tierra, en barbacoa u horneado, o el salbut, que viene de zaal, que significa “ligero” y but, “relleno”, y es descrito como tortilla de maíz, una especie de chalupa, según define el escritor.
Aunque hay particularidades fonéticas que hacen único el español que se habla en la península de Yucatán y que sin duda siguen remitiendo a los sabores de su cocina y su cosmovisión del mundo. “Para hacer una sopa de lima, por ejemplo, se piden las limas de chuchú, las que simulan tener pezones, pues chuchú es un pecho de mujer”, indica Pérez Suárez.
El interés por la cultura maya despierta la atención, sobre todo, de quienes visitan ciudades tan coloridas como Mérida, Izamal o Progreso. Claro que el léxico de sus habitantes suele dejar confundido a más de un extranjero o fuereño: mexicanos del centro o del norte que desconocen por completo los vocablos derivados del maya peninsular. “La cultura maya se sigue siendo una fuente de riqueza impresionante, porque sin duda es de los pueblos más tenaces, es una cultura viva en constante transformación”, dice el académico de la UNAM. “De las culturas mesoamericanas, la más taquillera, sin duda, es la cultura maya”, finaliza.
Publicado por:Noticias de Última Hora
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